Patrick Depailler, el piloto que presentía morir ‘El futuro es para los otros…’
El 1 de agosto para el automovilismo internacional es una fecha nefasta, ya que en distintos años se sucedieron graves accidentes. Paradójicamente el más trascendente, fue el de Niki Lauda en Nurburgring 1976, el único sin consecuencias trágicas para el piloto. No tuvieron ni la misma suerte, ni difusión, el francés Jean Behra, muerto en 1959 en el ultraveloz Avus durante una carrera de Sport sobre un Porsche, ni Patrick Depailler, que perdió la vida el 1 de agosto de 1980 mientras probaba un Alfa Romeo de Fórmula 1 en Hockenheim.
“Patrick Depailler… Bueno, no tengo dudas de que tenía deseos de morir. Un tipo muy agradable, pero siempre pensé que estaba un poco chiflado. ¿Qué por qué? Mira cómo vivía su vida…”. palabras de James Hunt quien hablaba así del piloto francés. “Era el tipo que buscaba el riesgo en todo”. La realidad es que Patrick Depailler amaba la vida como para exprimirla al límite en todos los sentidos, y la Fórmula 1 era la excusa perfecta. “Creo que sabía que algún día moriría en pista. Nunca pasó por su mente la retirada…”, explicaría su amigo y manager, Nick Brittan. Ese día llegó, un viernes de agosto de 1980, a bordo de su Alfa Romeo. Seguramente, muchos lo sintieron pero de igual forma, muchos no se sorprendieron.
Brittan quien fuera también el que manejaba las finanzas de Depailler decía: “Era lo más cercano a un ‘comando de élite’ de las pistas. La gente cómo él, es consciente de que hay muchas oportunidades para que un día no tengas que hacer tu equipaje, pero eso no es lo mismo que tener deseos de morir”. Un día le pidió a su piloto que pusiera en orden su situación económica, pensando en el futuro. “No, no… El futuro es para otros”, le respondió el francés.
Patrick Depailler tenía una adicción, la adrenalina. Conoció a su primera mujer, Huop, cuando eran niños, camino del colegio. Se hicieron novios, se casaron. Era el amor de su vida. Pero ella no podía soportar los riesgos de la competición y le rogaba que se retirara. “Está asustada por lo que hago”, recordaba en su momento el propio Depailler. “¿Cómo puedo culparla por ello? Pero, ¿cómo puedo parar esto? Por encima de todo, es necesario ser sincero contigo mismo…”. Pudo más la adrenalina.
Desde muy joven comenzó a competir en dos ruedas. Pero un grave accidente lo acercó a las 4 ruedas. Nunca había trabajado en nada que no sea la competición, era una pasión que lo consumía por dentro. Los franceses que destacaban en los setenta encontraban el apoyo de la petrolera Elf.
Depailler ganó la Fórmula 3 en 1970 y la carrera de Mónaco en la categoría. Tras algunas pruebas en Fórmula 2, debutó con Tyrrell en el Gran Premio de Francia de 1972, junto con Jackie Stewart y Francois Cevert. También corrió en Watkins Glen con un monoplaza antiguo y terminó séptimo. Tyrrell le llamó para una prueba en invierno. Pero no se concretó, un día antes sufrió un accidente con su moto. Pero la retirada del escocés y la muerte de Cevert le abrieron la puerta del equipo. “Era muy francés, nunca le faltaba su Gauloises, le encantaba el vino. De alguna manera, siempre fue un niño, toda su vida, siempre quería ir a esquiar, andar en moto, siempre con la confianza de que saldría de todas. Vivía solo para el presente”, recordaba Tyrrell quien, viejo zorro, le prohibió contractualmente practicar actividades de riesgo.
Con Tyrrell lograría muchos podios, era rapidísimo en los entrenamientos, pero no llegaba a la victoria. A diferencia de sus compañeros, se mostraba muy cómodo con el famoso Tyrrell P34 de seis ruedas, monoplaza que logró su único triunfo Suecia 1976. Paradójicamente, a cargo del piloto que más odiaba ese auto, el sudafricano Jody Scheckter. Depallier terminó segundo. Tuvo que esperar a Mónaco 1978 para lograr su primera victoria. En su mejor momento como piloto, fue contratado para el año siguiente por Ligier, patrocinado precisamente por… los cigarrillos Gitanes. Le encantaba bucear, navegar, esquiar al límite… Cuando el francés firmó para Ligier, lo llamo a Ken Tyrrell y le dijo: “¡No tengo prohibiciones por contrato para hacer actividades de riesgo, puedo hacer lo que quiero…!”
El equipo francés contaba con el sorprendente JS11. Depailler logró su segunda victoria -y la última- en el Jarama. Tras el Gran Premio de Mónaco había un mes libre en la Fórmula 1. Fiel a su carácter se fue practicar ala delta a los valles del Puy de Dome, en las vísperas del Gran Premio de Francia. No tenía mucha experiencia, pero daba igual. Las corrientes de aire lo estrellaron contra una montaña. Se destrozó las piernas. “Predecible”, según el propio Ken Tyrrell.
Guy Ligier montó en cólera…se esfumaba para el constructor francés la posibilidad de pelear el titulo tras una brillante primera parte de temporada que lo había visto ganar en tres carreras (Argentina y Brasil con Laffite y España con Depailler). Por primera vez, Patrick tuvo miedo. “Durante un tiempo tuve peligro de amputación, estaba muy asustado”, reconocía el piloto francés. Sin las carreras no le veía sentido a su vida. Para colmo, una caída de la cama en el hospital en agosto volvió a abrir la fractura de una pierna. Sufrió doce operaciones y Guy Ligier lo dejó de a pié.
En su convalecencia, fichó por Alfa Romeo para 1980, un monoplaza que no le dio la oportunidad de sumar ni un solo punto del campeonato en ocho carreras, cuando el año anterior disponía de un coche que le habría permitido pelear por el campeonato.
Ayudado por muletas apareció Depailler en su presentación como piloto de Alfa Romeo para la temporada 1980. Su pasión y ganas fueron superando al dolor e inició una temporada que sólo le dio dolores de cabeza en el desarrollo del modelo 179 que en las primeras carreras tuvo pedales más duros para adecuarlo a los problemas de Patrick en sus piernas. Tras protagonizar en el Gran Premio de Gran Bretaña su octavo abandono consecutivo sobre otras tantas carreras, Patrick decidió tomarse unos días de vacaciones en las Islas Azores que compartió con Francois Guiter por esos días jefe del departamento competición de ELF, la empresa francesa muy vinculada a la campaña deportiva de Depailler. Según contaba, Guiter notó a Patrick muy feliz y relajado además de entusiasmado con su nueva pareja. Por eso recordó que lamentó tener que interrumpir esas vacaciones para probar el Alfa Romeo en Hockenheim con vistas al Gran Premio de Alemania.
Aquel Alfa 179 blanco y rojo tenía graves problemas de fiabilidad. Depailler sufrió un primer accidente por avería mecánica en unos entrenamientos privados en Paul Ricard. La suspensión también se rompió en Silverstone. Alfa Romeo utilizaba titanio en las suspensiones para ahorrar peso porque aquel monoplaza era un ‘cachivache’. Su compañero Bruno Giacomelli sufrió tres accidentes por la misma razón. “Llegó aquella mañana a Hockenheim como nunca lo había visto en mi vida”… ‘en forma’, acababa de terminar unas vacaciones con Valerie, recordaba el propio Giacomelli.
“Algo anda mal” le dijo Depailler a su coequiper, luego que ambos completasen los giros iniciales de los ensayos. Inmediatamente apagó el que sería su ultimo cigarrillo y subió nuevamente al Alfa Romeo. La vuelta de calentamiento fue la única.
Un estruendo seco se escuchó por encima de la densa arboleda que por esos días tenía Hockenheim. Al llegar a la Ostkurve, un viraje que se tomaba a 280 Km/h, y donde según advertía Alan Jones “si el auto se te va ahí, necesitas mucha suerte para salir ileso…”, el Alfa Romeo siguió de largó, golpeó contra las barreras de contención y se dio vuelta.
La rotura de la suspensión delantera quedó como la causa principal del accidente aunque nunca se descartó un golpe contra un piano (en esa época eran paredes) que rompió la pollera lateral y eliminó el efecto suelo del Alfa Romeo, ese efecto suelo tan de moda en aquel tiempo y que Depailler odiaba porque según opinaba “los autos cuando se ponen más fáciles de manejar también se ponen más peligrosos. Por el efecto suelo estamos tomando las curvas tan rápido que son necesarias buenas vías de escape. Sin ellas cada falla mecánica sería un desastre y seguramente nadie quiere eso”.
Lo que haya sido… pero Depailler no tuvo esa suerte que invocaba su Alan Jones. Con fracturas en el cráneo y piernas, Depailler prolongó su agonía hasta la llegada al Hospital de Heidelberg dónde fue declarado muerto.
“No, dejá, el futuro es para los otros… Nunca cruzó por mi mente la idea de retirarme”. decía Depailler, que lamentablemente, tenía razón, y seguramente presentía que más allá de sus 36 años, su vida no tenía mucho futuro.