Un poco de historia’ El Secuestro de Fangio en Cuba’
Por el año 1958, Juan Manuel Fangio era una celebridad a nivel internacional. Venía de conquistar su quinto título mundial y su popularidad estaba en la cresta de la ola. El Chueco había viajado a La Habana para correr una Maserati 450S propiedad de un norteamericano. En 1958, el presidente de Cuba Fulgencio Batista intentaba mantener un aire de normalidad. Las fuerzas guerrilleras de Fidel Castro acampaban en las montañas al este, y su presencia revolucionaria se sintió a través de disturbios cada vez más agresivos en las calles. Pero en el centro de La Habana, el presidente Batista estaba interesado en los negocios, que, junto con la corrupción, habían estado en auge desde que asumió el cargo en 1953, para continuar como de costumbre.
La visión de Batista era que la capital de Cuba se convirtiera en una Las Vegas latina, en la cual los turistas ricos de los Estados Unidos inyectarían dinero en los casinos del país. ¿Y qué mejor manera de atraer a los ricos en la década de 1950 que una carrera de motor de alto riesgo?
El primer Gran Premio de Cuba se celebró en 1957 a lo largo de la costa de La Habana, el Malecón, y según todos los resultados, fue un gran éxito. Juan Manuel Fangio, cuyo logro de cinco campeonatos mundiales ha sido superado sólo en las décadas posteriores por Michael Schumacher y Lewis Hamilton, ganó la carrera frente a calles llenas de espectadores entusiastas y curiosos. En 1958 se programó nuevo evento, pero con la presión de los revolucionarios, las cosas no salieron tan bien.
Fangio regresa a Cuba para defender su título, y junto a él en la parrilla había una gran cantidad de otros grandes nombres de la época, incluido Stirling Moss. Con una Maserati , la 450 S, el balcarceño se disponía a correr el 24 de febrero el Gran Premio de Cuba. Un día antes, había obtenido pole en el circuito callejero de El Malecón. Ello, a pesar de no haber probado ya que el auto era de un norteamericano y por cuestiones burocráticas el coche no arribó en tiempo y forma al trazado. Los pilotos se acercaron a la carrera sin campeonato como cualquier otra, y los más famosos se alojaron en el lujoso Hotel Lincoln en el centro de La Habana.
A la noche, luego de la actividad, Fangio llegó al lobby del hotel Lincoln y, cuando se puso a charlar con unos amigos ingresó un joven preguntando por él. El muchacho sacó una pistola Luger y le apuntó al Chueco. Ante la mirada atónita de Stirling Moss, entre otros, la persona se identificó como miembro del Movimiento 26 de Julio, la organización que quería derrocar al gobierno del dictador Fulgencio Batista. “Usted me va a tener que acompañar”, le indicó el hombre a Fangio, quien al ver cierto nerviosismo del cubano dijo “vamos”. El militante le advirtió al resto que “no intentaran nada porque había cuatro compañeros suyos con ametralladoras y, que las consecuencias serían para el propio Fangio”.
El motivo era simple: al capturar el nombre más importante en el automovilismo, los revolucionarios mostrarían al gobierno y atraerían publicidad mundial a su causa. Sin embargo, a pesar de la noticia de que el secuestro se extendió por todo el mundo, Batista se negó a quedarse atrás y ordenó que la carrera continuara como de costumbre, mientras que un equipo de policía persiguió a los secuestradores.
Por eso, cuando la punta de la pistola le presionó las costillas, y ajeno tanto a Batista como a Fidel, Fangio sonrió y le sugirió a ese joven de saco de cuero, alto y moreno:
‘No se lleven a Stirling porque está en su luna de miel’, lo cual fue una mentira, por supuesto, pero de todos modos, no se lo llevaron, ‘surtió efecto’.
–¿Ahora, qué quiere que haga? dijo el Chueco
Y obedeció. Lo llevaron hasta un Plymouth 47 negro que se alejó, acelerador a fondo por la calle Virtudes, mientras otros dos autos cubrían la fuga.
El de la chaqueta y la Luger dijo:
–Si nos descubren, estamos muertos.
Fangio, lógica pura, sangre de pato, le previno:
–Deme una gorra y unos anteojos… Pueden reconocerme por la pelada…
Pero no había ni gorra ni anteojos. Secuestro amateur. Más corazón que cerebro. Yo veía todo porque nunca me vendaron los ojos…” contaba Fangio
Primero llevaron al Chueco a una casa, luego a otra y en esta lo metieron en una pequeña habitación en donde había una mujer y un niño. “Le puedo pedir un autógrafo para mi hijo? Eso sí, por favor, póngale la fecha, es muy importante”, le pidió la madre del chico a Fangio. Después lo trasladaron una residencia muy ostentosa en El Vedado, un barrio elegante de La Habana. Allí, fue recibido por varias señoras y una anciana. Le sirvieron unas papas fritas con huevos a “El Campeón”, como lo llamaban los secuestradores. Ellos y el balcarceño cenaron juntos en el patio de la mansión. En la sobremesa, el Chueco se cansó de dejar su firma como recuerdo a cada uno de “anfitriones”.
Le pidieron disculpas en todos los tonos. Durmió en una buena cama, y profundamente: nada alteró sus 60 pulsaciones.
A la mañana siguiente, junto con el desayuno llegaron los diarios. El secuestro era tema de tapa en todos los medios. “Entonces conocí a Faustino Pérez, quien me garantizó que se comunicaría con mi familia para decirle que yo estaba bien. También me confesó que en realidad el operativo había sido planeado el año pasado y que me había salvado porque esa noche salí a ver una película de Gary Cooper… Luego se acercaron un montón de jóvenes que querían hablar conmigo, explicarme por qué luchaban. A uno el gobierno de Batista le había matado un hermano, al otro un pariente o una novia.” relató el Chueco
Mientras tanto, en el hotel Lincoln, Moss estuvo bajo vigilancia durante toda la noche, con un señor tocando la puerta cada tres horas para asegurarse de que todavía estaba en su cama. «Fue una noche muy inquietante», recordó.
«Bueno, esta es una aventura más», agregó. «Si lo que hicieron los rebeldes supongo que fue por una buena causa, entonces yo, como argentino, lo acepto». dijo luego Fangio
En un lugar desconocido, Fangio lo estaba tomando todo con calma, convencido de que no estaba en peligro, más tarde dijo que simpatizaba con las acciones de sus captores.
Según lo ordenado por Batista, en la mañana de la carrera, los autos fueron lanzados frente a una multitud de 150,000 personas, con Maurice Trintignant reemplazando en Maserati al desaparecido Fangio. Para entonces, Faustino Pérez le ofreció al campeón del mundo una disculpa personal y otra por parte de Castro e incluso se le había proporcionado una radio para que pudiera escuchar la carrera. Pero Fangio no estaba de humor.
Pero mientras tomaba el té, le acercaron un televisor para que pudiera seguir la carrera. “La vi toda, dijo Fangio incluso la repetición del accidente que motivó la suspensión. Luego dos chicas y dos muchachos armados me llevaron a ver al embajador. Me volvieron a pedir disculpas y me entregaron para que me llevaran a la embajada. Inmediatamente les avisamos a las agencias noticiosas que todo estaba bien, que había recuperado la libertad”.
La carrera se disputaría en el Malecón de La Habana, con los mejores pilotos del mundo, era la estrategia de Batista, presionado por su creciente impopularidad, intentaba cambiar el foco. Pero también era una oportunidad para Castro de denunciar la «tiranía de Batista».
Apenas en la sexta vuelta, la carrera se convierte en un enorme desastre… Gritos, pánico, fuego. Seis muertos, cuarenta heridos, Grand Prix de Cuba 1958 suspendido.
El piloto local Armando García Cifuentes perdió el control de su Ferrari amarilla y negra e hizo un extraño giro, salió de la pista y cayó sobre la multitud. Más de 40 personas resultaron heridas y seis murieron cuando el auto del piloto cubano ya sin control arremete contra la gente que estaba presenciando la competencia.
El piloto de Porsche, Ulf Noriden, se detuvo e intentó ayudar. «Ni siquiera podía ver a la Ferrari», dijo. «Los cuerpos estaban apilados por todas partes. Estaba vadeando entre brazos y piernas».
Moss, sin darse cuenta del alcance de la tragedia, continuó compitiendo contra Gregory cuando se suspendió la carrera en la que llegó a obtener una de las victorias más extrañas de su trayectoria.
Poco antes de ser liberado, y después de su cabalgata por autos y casas, Fangio le dijo a Manuel Uziel, otro de los jóvenes secuestradores:
«Señores, tal vez me hicieron un favor. No puedo menos que agradecerles…»
Y no fue mera cortesía. La Maserati 450 S con la que debía correr, propiedad de un norteamericano que a pesar de haber marcado el mejor tiempo en las pruebas del 22 de febrero, saltaba en un bache, se elevaba, y al caer rebotaba de cordón a cordón. “En las pruebas me di cuenta de que el auto era ingobernable, yo había manejado modelos similares y nunca tuve problemas. Pero allí cada vez que tomaba la avenida costanera me veía al borde del desastre… Después los mecánicos descubrieron que había cinco centímetros de diferencia en la trocha entre las ruedas de un lado y del otro.” argumentó el Chueco
En realidad el secuestro de Fangio había sido planeado el año anterior y que se había salvado porque esa noche salió a ver una película de Gary Cooper…
Todo el evento había sido un desastre para Batista. Cuando Fangio fue entregado a la embajada argentina poco después de la carrera, los revolucionarios de Castro se habían asegurado los titulares mundiales e inmediatamente se empezaron a repartir las culpas. Cifuentes fue acusado de homicidio involuntario mientras aún luchaba por su vida en el hospital, y también se presentaron cargos penales contra «persona o personas desconocidas» por el secuestro de Fangio.
Al día siguiente a Fangio se lo vio tranquilo y de corbata en su habitación del piso ocho del Hotel Lincoln durante una rueda de prensa en la que primero lamentó la tragedia durante la carrera, en «la curva de la muerte», en la que él había advertido a los organizadores que no permitieran la presencia de espectadores. «Hubiera podido estar en ese choque, así que mis secuestradores me pudieron haber salvado la vida», dijo. Contó que había charlado «macanudamente» con sus captores, a quienes definió como «gente que tiene ideales y quieren darlos a conocer de cualquier manera». Agradeció la preocupación de los cubanos y del mundo del automovilismo: «No sabía que la gente me quisiera tanto». No delató a ningún secuestrador, más bien insistió en que lo respetaron, lo trataron como huésped de hotel en una casa y luego en un apartamento y le ofrecieron disculpas todo el tiempo «Me trataron como si hubiera estado entre amigos». Le restó importancia al riesgo que suponía un posible rescate y que él hubiera quedado en medio del fuego, posibilidad latente porque el régimen buscaba desprestigiar a los revolucionarios.
Finalmente, Fangio publicó una nota manuscrita, con su firma, en la que dejó constancia de su «secuestro amable” y un “trato completamente familiar con intenciones cordiales»
Para la víspera de Año Nuevo de 1958, la revolución de Castro estaba en marcha, y no fue sino hasta 1960, en el aeródromo militar de Camp Columbia, que las carreras de autos retornaron a Cuba. El evento principal fue ganado por Moss, pero fue nuevamente empañado, esta vez por la muerte de Ettore Chimeri, quien estrelló su Ferrari a través de una barrera y se hundió 50 metros en un barranco. Más tarde murió en el hospital.
En los años siguientes, las competencias de automovilismo internacional, cesaron en la isla y el Chueco, hasta su último día de vida, y a pesar de los ríos de tinta que se escribieron sobre éste episodio, jamás pronunció una palabra a favor y o en contra. Silencio de caballero…
Sólo que, unos años después, el Chueco recibía en su casa una postal de felicitación por su cumpleaños, la firma de la misma era algo singular… La enviaban «sus amigos los secuestradores»…
Por Gustavo M. Antonio y la colaboración de Alin Hidalgo Fonseca (desde Cuba)