Jochen Rindt, el campeón que no pudo alzar la copa.
El sueño de cualquier piloto de la Fórmula 1 es ganar el título. Subirse al podio, levantar el trofeo y descorchar el champagne y festejar a lo loco por todo el trabajo realizado. Hubo un campeón que, sin embargo, no pudo hacer nada de eso porque hace un poco más de medio siglo, murió en Monza antes de lograrlo. Se trata de Jochen Rindt, el rey sin corona de la F1.
Jochen Rindt, el único campeón póstumo de la Fórmula 1, a un poco más de medio siglo de su trágico final. Tenía una esposa modelo y una hija pequeña cuando se mató en Monza, en septiembre de 1970. Un mes después, su nombre quedó entre los consagrados en la categoría.
A los 28 años, el 5 de septiembre de 1970, llegó el final de su carrera y de su vida, su coronación póstuma fue el 4 de octubre, en una temporada en la que ganó cinco
Grandes Premios sobre un Lotus que le generaba muchísima desconfianza. Tanto que había comenzado el año manejando (y ganando en Mónaco) el modelo anterior, frente al moderno Lotus 72.
Aunque había nacido en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, el bombardeo de los aliados en el que murieron sus padres en Hamburgo provocó que un Jochen de apenas 15 meses fuera criado por sus abuelos maternos en Graz, Austria, y que luego él corriera con licencia austríaca.
Su pasión por el automovilismo no tardó en desarrollarse viendo a su ídolo, Wolfgang von Trips, quien casualmente también perdió la vida en Monza, cuando chocó con Jim Clark y su Ferrari salió despedida sobre el público, causando su muerte y la de otras 15 personas.
Junto a su amigo de la infancia, y también piloto, Helmut Marko, fueron en auto hasta Nürburgring, para ver el GP alemán donde Trips fue escolta de Stirling Moss.
«Cuando Jochen me dijo: ‘Yo también quiero hacer esto’, lo miré con asombro porque era una perspectiva inimaginablemente distante para nosotros», recordó Marko, donde confesó que las horas de escuela que compartían «no eran prioridad» para ese Rindt temerario, apasionado por la aventura.
La velocidad y actitud que Rindt había cultivado en las carreras de motocross y el esquí y traspolado a los autos de carrera lo convirtieron en una joven estrella cuando a los 19 años dejó los estudios y se se metió de cabeza en el automovilismo. Manejaba de todo, desde autos de turismo hasta fórmula. Aunque esa fama de agresivo al volante pronto le formó una reputación: ganaba o se estrellaba.
No tardó en comprender que debía salir de Austria si quería correr en la Fórmula 1. En 1964 se fue a Inglaterra, se compró un Brabham y en su segunda carrera en Crystal Palace venció al legendario Graham Hill.
Todos hablaban del desconocido austríaco. No tardó en dominar la Fórmula 2 ni tampoco en obtener su chance de subirse a un F1. Fue en Austria donde el equipo Brabham, del tricampeón Jack Brabham, lo contrató para esa carrera. Aunque logró terminar decimotercero en la clasificación, en la carrera abandonó por un problema en el auto.
Era apenas el primero de 62 Grandes Premios. El austríaco no tuvo un arranque fácil en la categoría: le costó adaptar su forma de manejo a un coche pesado. Cooper apostó por él y le hizo su primer contrato para la temporada 1965, en la que apenas sumó cuatro puntos pero en la que demostró que sus cualidades seguían intactas, llevando a la Ferrari al primer puesto en las 24 Horas de Le Mans. Era claro: solo necesitaba tiempo de adaptación a la F1.
Para 1966, Rindt subió tres veces al podio (segundo en Bélgica y en los Estados Unidos, y tercero en Alemania) y terminó tercero en aquel campeonato ganado por Brabham, quien no tardó en convocarlo a su equipo.
Fue en 1968 cuando el austríaco se sumó al equipo bicampeon, dirigido por Bernie Ecclestone. Solo terminó dos carreras, pero ambas lo vieron en el podio: terceros puestos en Sudáfrica y en Alemania. Entonces llamó la atención de Lotus, uno de los mejores equipos de la parrilla, que debía reemplazar al fallecido Jim Clark.
«Si querés ganar títulos, andá a Lotus, pero si querés seguir viviendo, quedate en Brabham», le advirtió infructuosamente Ecclestone, uno de los grandes amigos de Rindt.
Tras un inicio plagado de abandonos, el austríaco consiguió poner su Lotus cuarto en el GP de Gran Bretaña, segundo en Italia y tercero en Canadá, hasta ganar su primera carrera, la de Estados Unidos del 5 de octubre. Allí le sacó casi 47 segundos a su escolta, Piers Courage (Brabham), y dos vueltas al tercero, John Surtees (BRM).
Cerró su primer año con Lotus en el cuarto lugar, mientras que su amigo Jackie Stewart lograba el primero de sus tres títulos. Pero había algo que no lo convencía… Entre esos cuatro abandonos del inicio de la temporada 1969 se encuentra el episodio ocurrido en Montjuic el 4 de mayo, cuando la nariz de Rindt quedó un poco más aplastada de lo normal al romperse el tabique nasal.
Los alerones que había introducido el mismísimo Chapman en Mónaco para darle la victoria a Hill habían provocado la necesidad del resto de los equipos por imitarlos, experimentar con diferentes diseños y también la preocupación de la FIA por un aspecto peligroso que podía ser mortal en una categoría habituada a convivir con la tragedia.
Rindt había logrado la pole del GP de España y largaba en la primera fila junto a la Ferrari de Chris Amon. Pero en la vuelta 18 su alerón comenzó a flexionarse. Apenas un giro después, el austríaco perdió el control del auto, chocó contra el guardarrail izquierdo, se elevó, rebotó hacia la derecha donde estaba el Lotus de su compañero Graham Hill, también accidentado, y volvió al pavimento boca abajo.
Con Rindt dentro del coche, que expulsaba peligrosamente combustible, comisarios y mecánicos se acercaron para socorrerlo. Giraron el auto y lograron sacar de entre los fierros al austríaco, que sangraba por su nariz.
Con el entonces líder fuera de competencia y hospitalizado, Stewart ganó en el peligroso circuito de Montjuic con dos vueltas de ventaja y la curiosidad de no haber tenido que adelantar a nadie para lograrlo, porque uno a uno habían abandonado.
Días después, Rindt le escribió una carta a Colin Chapman, contándole que seguramente se perdería las próximas carreras y advirtiéndole que así no podía seguir. Se cree, incluso, que le había prometido a su esposa, la modelo finlandesa Nina Lincoln, retirarse al año siguiente para pasar tiempo con su hija Natasha, nacida en 1968, y abandonar una categoría cada día más peligrosa.
La carta a Colin Chapman: ¿se iba a retirar?
Querido Colin,
Acabo de regresar a Ginebra y voy a tener una segunda opinión sobre el estado de mi cabeza mañana. Personalmente me siento muy débil y enfermo, todavía tengo que acostarme durante la mayor parte del día. Después de ver al nuevo Doctor y escuchar su opinión podemos tomar una decisión final sobre Mónaco e Indy.
Me hice con esta increíble imagen que explica casi el accidente, no sabía que había volado tan alto. Robin Herd aparentemente vio el ala irse, pero no pudo ver el accidente, pues ocurrió alrededor de la curva.
Ahora vayamos a la cuestión, Colin. He estado corriendo F1 durante 5 años y he cometido un error (he embestido a Chris Amon en Clermont Ferrand) y tuve un accidente en Zandvoort debido a un fallo en la selección de una marcha; por lo demás, me las arreglé para no meterse en problemas. Esta situación cambió rápidamente desde que me uní a su equipo, Levin, Eifelrace F2 y los brazos oscilantes, y ahora Barcelona.
Honestamente, tus coches son tan rápidos que todavía seríamos competitivos con unas libras de más que se utilizasen para hacer la parte más débil más fuerte; por encima de eso yo creo que deberías pasar algún tiempo revisando lo que tus diferentes empleados están haciendo, pues estoy seguro que los brazos oscilantes en el coche de F2 hubieran sido diferentes. Por favor, da a mis sugerencias algún pensamiento, pues sólo puedo conducir un coche en el que tenga un poco de confianza, y siento que el punto de no confianza está bastante cerca.
Un cordial saludo».
A un poco más de medio siglo, Jackie Stewart está convencido de que ese fue un ultimátum de su amigo. «Estaba enojado por la fragilidad del auto estoy absolutamente convencido de que se habría retirado al final de esa temporada».
Llegó la carrera en Italia. “Las cosas me salen tan bien que me da miedo”, dijo en la previa. Su auto era un infierno y llegó a 330 km/h de velocidad final. El caluroso sábado 5 de septiembre, en la quinta vuelta de la práctica, su Lotus 72 sufrió la rotura de la suspensión delantera (se sospechaba en los boxes por qué ese elemento era más liviano que el del resto). Comenzó a zigzaguear camino a la curva Parabólica. Hasta que sin control, giró de forma violenta hacia su izquierda e impactó a 200 km/h contra el guardarrail. La fricción rompió la carrocería. Era imposible suponer el error del piloto quien había desarrollado ese modelo. Otra vez un auto de Chapman se cargaba a un crack, dos años antes le había costado la vida a Clark…
“Posiblemente no alcance la edad de 40, pero habré experimentado más cosas que cualquier otro hombre hasta ese tiempo…”, confesó Rindt una vez. Temerario al extremo, nunca llegó al límite de sus posibilidades. Un límite que estaba mucho más allá que en el común de los corredores. Esa audacia, ese desprecio por el peligro lo llevó, quizás, a encontrar la muerte con apenas 28 años. Se mató el 5 de septiembre de 1970. No había pasado un año de su primera victoria…
En sus seis temporadas en F-1 corrió 59 carreras y ganó 109 puntos. Obtuvo seis victorias, 9 poles positions, 4 récords de vuelta y en 18 ocasiones largó desde la primera fila. En tres oportunidades fue 2º; en cinco, 3º; en seis, 4º; una vez 5º y otra, 6º. Solo en cuatro ocasiones llegó en puestos no puntuables y en 33 desertó.
Las causas del accidente que le causó la muerte, nunca se supieron claramente ya que existen distintas versiones, no hubo una versión oficial sobre el mismo y su muerte, existiendo una serie de opiniones de quienes estuvieron presentes ese día, tales como la de su compañero de equipo en Lotus, John Miles quien señaló que Colin Chapman, al ver que las Ferrari 312B eran más rápidas, y prefirió configurar el Lotus sin alerones porque ganaba “800 RPM en las rectas” del veloz circuito italiano, lo que volvió a los autos extremadamente inestables.
Si bien ambos pilotos se resistieron inicialmente a la idea de girar sin alerones, Chapman no les dejó alternativa. Por otra parte Miles que estuvo a cargo del desarrollo inicial del Lotus 72 señaló también que el auto era extremadamente frágil (los autos de Chapman siempre cargaron con esta fama) y con mucha frecuencia sufrían de desperfectos por roturas, lo que puede haber sido también otra causa probable.
El piloto italiano Andrea De Adamich de Ferrari, señaló por otra parte haber visto a Rindt dejar la calle de boxes a bordo de su Lotus con los cinturones de seguridad amarrados pero bastantes sueltos, lo que explicaría que tras el impacto se desplazara por la butaca.
Otra de las versiones fue que al bloqueársele los frenos de las ruedas traseras, realizo un pequeño contravolanteo para entrar en la curva Parabolica, pero se quedó bloqueado girando a la izquierda, teniendo en cuenta que la curva parabolica es a la derecha. Chocó contra el muro, rompiéndose las piernas y clavándose algunas piezas del monoplaza en el pecho y abdomen, muriendo una hora después.
El propio Jochen Rindt reconoció antes de la calificación que una de sus ruedas tenía problemas al girar. La rueda a veces le hacía ir en zigzag, y que a veces, se bloqueaba en curvas lentas, obligándole a contravolantear.
Según explicó su amigo Jackie Stewart, cuando comprendió que «soltarle las riendas al coche, invariablemente, generaba velocidad», Rindt explotó al máximo su auto y ganó consecutivamente en Holanda, Francia, Gran Bretaña y Alemania.
Tras el abandono en Austria, Rindt quería ir a Italia con el Lotus 49, algo a lo que Colin Chapman -el dueño del equipo- se negó, llevando tres unidades del 72, que para el austríaco tenía un problema en las ruedas delanteras, por lo que no giraba como debía.
Con la ilusión de poder coronarse anticipadamente en Monza, Chapman decidió quitar los alerones para reducir el drag aerodinámico (resistencia al viento) y hacerles frente a las Ferrari, que venían de un «1-2» en Austria con Jacky Ickx y Clay Regazzoni. Lo lograron porque el sábado el Lotus había alcanzado los 330 km/h.
Sin embargo, en la última sesión de entrenamientos, la fatalidad encontró a Rindt en la Parabólica, circuito italiano. El problema no estuvo en los alerones ni en la velocidad del austríaco, sino en los frenos, según determinó la investigación.
En la mitad de la recta, el auto empezó a hacer un zig zag que terminó por impulsarlo contra el paredón, saliéndose en la Parabólica, muy cerca de donde siete años antes se había matado su ídolo, el alemán Wolfgang von Trips.
La parte frontal del monoplaza quedó destrozada y el hecho de que el austríaco usara un anclaje menos del cinturón de seguridad (cuatro en vez de cinco) para escapar más rápido en caso de un incendio agravó la situación porque provocó que su cuerpo se deslizara hacia adentro.
«Me encontré su cuerpo en una Volkswagen pick-up, pero estaba solo, nadie lo atendía, lo que me dejó anonadado. Tenía los ojos cerrados, una herida muy seria en la pierna y en el pie, pero no sangraba. Supe entonces que se había ido para siempre», recordó Stewart, que fue obligado por Ken Tyrrell a completar la sesión cuando ésta se reanudó, media hora después del accidente.
«Era demasiada tristeza: dentro del casco, con la visera baja, comencé a llorar. Entonces, miré en la primera pasada dónde había tenido el accidente Jochen, me concentré y en la tercera vuelta logré el giro más rápido que nunca dí en Monza», recordó el escocés que al llegar a boxes estrelló una Coca Cola contra la pared. «Nadie dijo una palabra, era algo fuera de lugar en mi carácter y nunca volví a hacer nada parecido en mi vida», explicó quien días después fue una de las 30 mil personas que lo despidieron en la ciudad de Graz.
Los entrenamientos se interrumpieron, y Jackie Stewart le pidió a Helen (su mujer) y a Bette (la de Graham Hill) que acompañaran a Nina Lincoln Rindt, Jackie ya lo sabía, pero no se atrevió a comunicarle a Nina el trágico final de su amigo. Nina iba a recibir el apoyo moral que 76 días antes había prodigado ella misma a la esposa de Piers Courage.
Tras una sesión de masaje cardíaco en la misma pick up por el doctor Piero Carassai, Rindt fue trasladado en ambulancia y helicóptero al Ospedale Niguarda de Milán, aunque sin ninguna esperanza; sus heridas (tráquea desgarrada, aplastamiento de tórax) eran demasiado graves y se encontraba técnicamente muerto. (se supone que Rindt falleció entre los 15 y 45 segundos luego del accidente)
El circo de la F1 siguió con su función. Con tres pruebas por disputar, seis pilotos que podían ser campeones. Pero tras Canadá, solo el belga Ickx seguía en carrera para quitarle el título a Rindt. Para eso, debía ganar las dos pruebas que quedaban: Estados Unidos y México. Fue justamente en Watkins Glen International, donde el austríaco había ganado su primer Gran Premio 11 meses antes de su muerte y también dónde aseguró su campeonato póstumo porque Ickx no pudo ganar y quedó cuarto.
En la ceremonia de la FIA, Stewart fue quien le entregó el premio a Nina Lincoln, su viuda y la única que sabía si en verdad Rindt le había prometido dejar la Fórmula 1 al terminar esa temporada para armar un nuevo equipo con Bernie Ecclestone.
Después del accidente de Jochen, fue el propio Bernie quien llevó su sangriento casco de vuelta a los boxes. Juró no volver a ser amigo ni manager de un piloto. Mucho tiempo más tarde, cuando Ecclestone ya era el dueño de la F-1, le permitió a Natasha (hija de Rindt) trabajar junto a él.
Luego de un mes de su muerte, el brasileño Emerson Fittipaldi (Lotus) obtuvo la primera de sus 14 victorias en la Máxima. Fue en los Estados Unidos donde su éxito dejó sin posibilidades a Ickx y le aseguró el título a Rindt, que no pudo disfrutar de alcanzar la gloria. Falleció dos meses antes de que termine el campeonato y la ventaja que había sacado era tanta que le permitió lograr el título, que le valió su vida. Fue el único campeón post mortem de la F-1. Allí se convirtió en un rey, pero su cruel destino le negó poder vivir esa coronación.
“Como piloto de carreras, no sabes cuánto tiempo tienes por vivir -dijo Jochen Rindt-; por eso cada minuto de cada día es precioso y no debe desperdiciarse”.